Las bibliotecas son instituciones sociales y para lograr sus objetivos y sus finalidades de servicio han desarrollado a lo largo de su historia y en casi toda la geografía mecanismos poderosos de cooperación. Para lograr el objetivo social de las bibliotecas como instituciones esforzarse en trabajar sistemáticamente juntas, sin considerar el tipo, localidad y/o entidad de gobierno.

Esta cooperación, además de ser un objetivo institucional, es un valor que caracteriza a la profesión bibliotecaria, como lo reflejan algunos Códigos de Etica de Asociaciones Bibliotecarias.

La cooperación bibliotecaria ha de realizarse desarrollando los servicios. El avance de la tecnología ha impactado mucho en el ámbito de las bibliotecas, abriendo nuevas posibilidades que permiten potenciar los mecanismos de cooperación y ofrecer al usuario mejores servicios. La cooperación supone una obligación moral antes que contractual y puede presentar diversas configuraciones que dependen del grado de homogeneidad alcanzado por las bibliotecas participantes pero, por lo general, implica una relación de una a una, voluntaria y gratuita (a menudo sigue los canales de la amistad de las personas).

Por otra parte, cuando una biblioteca se integra a una red participa en un sistema de cooperación, el cual mejora la interacción directa entre sus miembros porque proporciona un centro de distribución que puede ordenar la fuerza del grupo para satisfacer las necesidades de un miembro. En forma conjunta, manteniendo la identidad, se buscan soluciones a problemas comunes, se obtienen más y mejores resultados y se supera la restricción económica.

Para cooperar no es suficiente la sola disposición de los requisitos técnicos o la consecución de los recursos humanos, espaciales o económicos necesarios. Tiene que haber una planificación adecuada en la que se clarifiquen tanto las metas como los objetivos a corto y medio plazo de la cooperación. Se debe contemplar tanto el medio como la asignación continuada de recursos (básica en este tipo de compromisos).

Esta planificación debe establecer compromisos formales entre las partes implicadas al máximo nivel político y administrativo con el fin de evitar la falta de continuidad en los proyectos (algo excesivamente normal), dado el alcance de los esfuerzos requeridos. Solo los proyectos bien planificados y que cuenten con el consenso mayoritario de las autoridades y del resto de los implicados, podrán sobrevivir a las críticas y/o crisis futuras.

 

 

 

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